22 de noviembre de 2010

Incorduras

Sombría y distante espero el momento del salto a la nada y me agacho, callada, aguardando que lleguen tus buenas palabras, tus versos robados y tus manos heladas. Quizás hubo un tiempo en que yo pude ser el escalón que necesitaste para subir a la fama; ahora que la tienes, que consigues los poderes de la felicidad absurda de un papel fingido me planteo si el destino que buscaba tiene que ver contigo.
Me callo y avanzo como si no fuera nada aquello que siento clavado en el alma. Será mañana, cuando despierte y no sienta cuando pueda decirte que "ahí tienes la puerta". Hoy aun te quiero, ahora aun te siento. Hoy aun respiro solo cuando te pienso.

14 de noviembre de 2010

Por dentro

Tengo la extraña costumbre de mirarme al espejo y no reconocerme. Veo el contorno de mi cuerpo de arriba abajo y me detengo al llegar a mi cara, que se supone que es mía pero nada tiene que ver conmigo. Reconozco pequeñas porciones, les pongo atención pero no sé sumarlas para crearme a mi. Mi autoimagen no tiene forma humana. Soy un cúmulo de emociones encerradas en un recipiente prestado. Así me siento. 

Alguna vez me hicieron ejercicios de relajación, de esos que tienes que tumbarte en el suelo, cerrar los ojos e imaginar cada una de las partes de tu cuerpo con detenimiento, pensar en los dedos de tus pies, uno a uno y empezar a subir. Yo no me relajaba, más bien me daba cuenta de que no sé en dónde vivo en realidad ni qué envoltorio da lógica a mi existencia ni me representa como ser humano. No me importa mi piel ni mi forma. Solo mi interior vive. 

Creo que mi cuerpo es una herramienta que se llena de valor cuando las emociones lo embriagan. Cuando los sentimientos callan, mi cuerpo muere. Cuando los sentimientos gritan, es mi cuerpo el que te abraza; soy yo quién lo manda, quién te siente. 

13 de noviembre de 2010

Adoro andar por ti

Hoy he podido sentirte una vez más aquí y he descubierto que adoro andar por ti.

He recorrido tu mirada cabalgando por tus pestañas, una a una, flexibles y eternas, tan tuyas que las he envidiado sanamente; ya sabes, como se envidia a quién quieres, con amor. He bajado por tu nariz como si fuera un tobogán y me he agarrado a tus labios, no sé con qué, pero mi vida pendía de ello. Suaves, cálidos y perfectos emparejados me han regalado una sonrisa que me ha llevado a tu pelo. Y ahí, perdida y enjaulada en la libertad de tu azotea, me he quedado quieta sintiendo el movimiento leve de tu vida, notando el calor de tu mente, la melodía de tu silencio y la paz de tu existencia.

He abierto los ojos y seguías tan lejos como ahora que estás leyendo esto. He abierto los ojos y el aire me olía a ti.