14 de noviembre de 2010

Por dentro

Tengo la extraña costumbre de mirarme al espejo y no reconocerme. Veo el contorno de mi cuerpo de arriba abajo y me detengo al llegar a mi cara, que se supone que es mía pero nada tiene que ver conmigo. Reconozco pequeñas porciones, les pongo atención pero no sé sumarlas para crearme a mi. Mi autoimagen no tiene forma humana. Soy un cúmulo de emociones encerradas en un recipiente prestado. Así me siento. 

Alguna vez me hicieron ejercicios de relajación, de esos que tienes que tumbarte en el suelo, cerrar los ojos e imaginar cada una de las partes de tu cuerpo con detenimiento, pensar en los dedos de tus pies, uno a uno y empezar a subir. Yo no me relajaba, más bien me daba cuenta de que no sé en dónde vivo en realidad ni qué envoltorio da lógica a mi existencia ni me representa como ser humano. No me importa mi piel ni mi forma. Solo mi interior vive. 

Creo que mi cuerpo es una herramienta que se llena de valor cuando las emociones lo embriagan. Cuando los sentimientos callan, mi cuerpo muere. Cuando los sentimientos gritan, es mi cuerpo el que te abraza; soy yo quién lo manda, quién te siente. 

2 comentarios:

  1. Cuando los sentimientos hablan...el cuerpo calla.

    Un abrazo :)

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  2. Wow! me gustó esto...
    no había nunca he escuchado explicar esta sensasión de ésta forma...

    Saludos!

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