28 de marzo de 2011

Reflexión de meta

Cerrar los ojos por el dolor que causa el pensamiento; mover la cabeza intentando sacar lo que más quema de las entrañas y esas dudas que van sumándose como si fueran un vertedero sin sentido esperando a ser quemado.
Buscar la paz desde la guerra. Tumbarme en mi cama con música de fondo que lejos de recordarme otros momentos se va quedando en mi memoria como muestra de estos días de naufragio y pesadumbre. No doy más de mí y aun así sé que mañana volverá a salir el sol. 

Veinticuatro años que no sé dónde van pero sí de dónde vienen. Pesan como treinta. Suena de fondo y sin premeditación "La senda del tiempo". Será que sigo recibiendo pistas que me ayuden a caminar por el buen camino, por esa senda llena de años, compañeros y amigos que no me dejan sola pese a sentirme así. 

No quiero ser injusta ni desagradecida. Conozco el amor porque lo he sentido. El amor interesado y desinteresado, el natural y forzado, el intenso y eterno y el borracho y efímero. Puedo hablar del amor fugaz y del que nunca muere. Puedo hablar de amigos y conocidos; diferentes desde siempre. Quizás caer y levantarse sea una obligación en esta vida. Quizás hace tiempo que estaba en el suelo y no quería levantarme. 
En este mes de marzo, lleno de decisiones y pasos seguros está levantándose aquella que fui y que por fin está abriendo los ojos a la vida en vez de solo escuchar y protegerse. 

Dejo el pasado allí dónde es más útil, en la memoria y como base del futuro que sé será brillante y fuerte. Me aíslo y vuelo tan alto que lleno de aire limpio mis pulmones. Estoy aprendiendo a verbalizar lo que no es visible y vive en mi: la negación de mis carencias. Le doy nombre a sentimientos, emociones y defectos, cuando los enfrento reculan, pierden fuerza y puedo al fin con ellos. 

Me libero de cargas pesadas, de miedos y falsas promesas. Seré libre al fin cuando me ate a la felicidad. 

También seré yo.

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