16 de agosto de 2010

Uno de tantos pasados que no existen II

"Eran las 3 de la madrugada y no podías dormir. Me llamaste aunque sabías que estaría con ella o quizás precisamente por eso lo hiciste. "Me falta el aire", fue tu frase al preguntarte cómo estabas. No sé si sabías que tenías ese poder sobre mí, pero inmediatamente me quedé sin aire en mis pulmones y tuve que hacer un esfuerzo enorme para que no lo notaras. 

Eran las 3 de la mañana y Ana se había quedado dormida a penas media hora antes. No quise molestarla y me fui al comedor para hablar contigo. En cuanto supiste que no estaba cerca de mí, volviste a respirar aire y con él, volví a respirar yo también. Me contaste que Juan no era lo que esperabas, que necesitabas desahogarte conmigo, porque, pese a todo, era tu mejor amigo. Yo quise preguntar a qué te referías con aquél "pese a todo", pero no tuve valor. Me pediste un consejo y te lo di. "No te merece, déjalo". No hablaba yo, eran mis celos. A ti te encantaba hablar con ellos, te sentías importante. A mi me derrotabas cada vez que ellos te daban la razón.

Abriste la ventana de tu cuarto y sé que me lo dijiste para que recordara aquellos momentos en que o la abríamos o nos moríamos de asfixia con tanto amor sobre las sábanas y fuego brotando de la piel. Suspiré. Sonreiste. Volviste a derrotarme una vez más. Te sentiste victoriosa nuevamente. Me dejé caer sobre el sofá sintiendo que el alma pesaba el triple esa noche; mi sangre reptaba por mis venas, espesa y oscura, vivida. 

Tuve que preguntártelo: ¿Por qué me sigues llamando?. El silencio se hizo hielo en el teléfono y entendí que una vez más mis dardos te hirieron. "No puedo decirte lo que quieres escuchar", me dijiste, creando un iceberg en forma de teléfono en mi oreja. Harto de tanto teatro y dolido, solo pude hacer una mueca de duda, sarcasmo y mentira. "¿Estás ahí?", preguntaste. "Sí, lo estoy, pero no como tu querrías". Colgaste.

Ana dió un portazo en la cocina rompiendo el silencio que me arropaba, rompiendo la melodía que el pasado había dejado en mi. Abrí la puerta y la encontré llorando, tensa y más pequeña que nunca sentada en la mesa, apoyada en sus manos, sin mirarme. No me acerqué, no dije nada. Sabía que había escuchado toda la conversación, que una vez más me cortabas el aire, me hechizabas con tu vida y se rompió un poquito más por dentro. Yo la quería, pero no lo suficiente como para sacarte de mi vida. A ti no podía dejarte a un lado. 

Le di un beso en el pelo y no se apartó, pero dejó de llorar, supo que algo diferente pasaba. Esa noche no le pedí perdón ni le prometí cambiar; no acabé borrando tu número de teléfono del móvil a pesar de sabérmelo mejor que mi DNI y tampoco le juré que ya no te quería. Le di un beso en el pelo y me marché.

Ana no era de esas que te ruega, es de las que prefieren ser rogadas, y se lo agradezco. Creo que Juan no es como ella. Él no entiende que propicies discusiones para poder llamarme después, pero sabe que yo jamás volvería contigo ni la ventana de tu cuarto volvería a pedirme a gritos que la abriera. Juan sabía que me habías perdido. Solo hacía falta que lo supiras tu."

3 comentarios:

  1. Escribes cosas buenas, amarilla mía. Espero seguir contando contigo en mi universo de colores. Un saludo

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  2. Que peligroso es eso de aprenderse un número de teléfono mejor que tu DNI. Muy personal, me gusta. Y es una alegría cuando te pasas. Gracias!

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  3. me encanta, sencillamente me encanta tu forma de escribir y tus historias :)

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